Fuente: Diario Mi Hijo Ed. 16
La marihuana (cannabis sativa) es una planta que contiene varias sustancias que producen efectos en el organismo de quien la consume. Dentro de éstas, se encuentra el tetrahidrocanabinoide (THC), sustancia que tiene efectos sobre el cerebro y que provoca la experimentación de nuevas sensaciones, alterando el estado psíquico. En otras palabras, afecta el comportamiento de la persona que la consume.
Hace algunos meses, la Sociedad Chilena de Pediatría (SOCHIPE), y otras importantes sociedades científicas del país, como la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia (SOPNIA), la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neuropsiquiatría (SONEPSYN), y la Sociedad de Anestesiología de Chile (SACH), junto con el Colegio Médico de Chile y la Academia de Medicina, emitieron una declaración manifestando su absoluto rechazo a la ley de autocultivo de marihuana.
Sus razones se basan en la abrumadora evidencia científica que existe respecto del daño directo que la marihuana provoca en el desarrollo de los niños y adolescentes. Para estas entidades médicas, es lamentable que iniciativas como la posible despenalización del cultivo de esta droga haya provocado un aumento tan considerable en el consumo en los últimos años, coincidente con la baja en la percepción de riesgo que se ha instalado en la población, a pesar de que la realidad es diametralmente distinta.
Para las sociedades científicas resulta necesario que el debate sobre el cambio en la legislación priorice por sobre cualquier otro status la salud de las personas, especialmente de los niños y adolescentes, y la población más vulnerable. Esto, porque nuestro objetivo es proteger la salud de la población, a través de la difusión de la evidencia científica actual sobre la marihuana y sus derivados.
Los efectos nocivos de la marihuana
La marihuana provoca daños para la salud física y mental, ampliamente demostrados por la ciencia. Produce alteración de la memoria y del aprendizaje, incluso en consumidores esporádicos de fin de semana, lo que se correlaciona con un mal rendimiento escolar. Además, favorece el desarrollo de una grave enfermedad mental, especialmente en personas con mayor vulnerabilidad biológica, como por ejemplo quienes tienen algún familiar que haya presentado esquizofrenia.
Por otro lado, el riesgo de adicción es elevado y es mayor mientras más joven se empieza a consumir, mientras más cantidad y más frecuentemente se consume. También, al igual que con el tabaco, el riesgo de desarrollo de bronquitis crónica y daño pulmonar es una complicación frecuente en aquellos que fuman marihuana.
En la salud mental, no solo favorece la aparición de conductas psicóticas, sino que también se ha demostrado la asociación entre consumo de marihuana e intento de suicidio. A mayor consumo, mayor riesgo de intento de suicidio, algo que es bastante preocupante en países como el nuestro, donde las tasas de suicidio en adolescentes ha aumentado sobremanera, superando a la mayoría de los países latinoamericanos, asociado a un aumento del consumo de marihuana.
Otro elemento importante que se suma a estos graves efectos dañinos, es que facilita la adicción de otras sustancias y drogas, por lo que se dice que el consumo de marihuana constituye la “puerta de entrada” a drogas cada vez mas potentes. La evidencia es contundente: quienes consumen marihuana tienen mayor riesgo de consumir otras drogas ilegales, aumentando el riesgo mientras mayor sea el consumo.
¡Las cosas como son!
Incomprensiblemente, las sociedades científicas han sido dejadas al margen de la discusión sobre los efectos reales de la marihuana, siéndoles otorgados tiempos muy acotados para exponer sobre los estudios realizados y, definitivamente, no son invitadas a programas de televisión y radio donde sí suelen aparecer políticos, psicólogos, abogados o actores. Lo preocupante es que, justamente, son las sociedades científicas las llamadas a generar investigación y estudios sobre temas importantes en salud, como los impactos nocivos de la marihuana sobre quienes la consumen.
A continuación, publicamos algunas cifras relevantes que se extraen de diversos estudios:
– De 75.000 personas que consumieron marihuana por primera vez en 2010, se pasó a 254.000 en 2014, más de tres veces en apenas 4 años.
– De los 1.114.000 personas que declararon consumir marihuana el último año, 241.000 (1 de cada 5) presentaron consumo problemático (dependencia, adicción).
– El 9% de personas que consumen marihuana se hacen adictas. Esta cifra puede llegar a entre 10% y 15% si el consumo comienza durante la adolescencia.
– En Chile, el 19,4% de quienes consumieron marihuana durante el último año presentan una adicción.
– El consumo regular de marihuana se asocia a problemas de aprendizaje, bajo rendimiento escolar y aumento del riesgo de deserción escolar.
– Su consumo persistente desde la adolescencia a la adultez se asocia a una disminución significativa del Coeficiente intelectual (CI).
– Su consumo aumenta el riesgo de accidentes vehiculares.
– Su consumo incrementa en 2.5 veces a posibilidad de accidentes fatales.
– En Chile, el consumo de marihuana en la población escolar aumentó de 15.1% en 2009 al 30,6% en 2013.
– Chile presenta la más alta prevalencia de consumo de marihuana en escolares de la Región de las Américas.
– El incremento del acceso solo para adultos no es realista, pues Chile no posee un sistema efectivo de control de acceso a sustancias lícitas por parte de menores de edad. Ejemplo de ello es el aumento del consumo de alcohol y tabaco entre escolares pese a la legislación que lo prohíbe. Por lo tanto, es esperable que la legalización del uso recreativo disminuya la percepción de riesgo de su consumo, aumente el acceso a la marihuana, todo lo cual hace que incremente las tasas de consumo en niños y adolescentes, especialmente entre aquellos con problemas asociados, como baja autoestima, trastornos de personalidad y otros problemas de salud mental, que hagan más difícil su tratamiento y reinserción social.
– La prevalencia del consumo de marihuana entre escolares es más alto en establecimientos municipales (17%), respecto de los subvencionados (14.6%) y los privados (7,3%) lo que ya traduce una inequidad en los sistemas de protección a la infancia y adolescencia, a la vez que profundiza la brecha de desigualdad al impactar negativamente en el desempeño intelectual ampliando la desigualdad de oportunidades, esto porque el consumo de marihuana en la niñez y adolescencia afecta severamente el desarrollo del cerebro, base de las capacidades intelectuales del adulto.
¿Qué hacer cuando se sospecha que un hijo consume?
Para saber si tu hijo o hija ha consumido marihuana, algunos indicadores son:
• Despide un olor peculiar.
• Tiene los ojos rojos.
• Presenta risa fácil e inmotivada.
• Torpeza motora.
• Presenta cambios frecuentes de apetito o de humor.
• Andan con objetos específicos como pipas, papelillos, inciensos o sprays para disimular el olor, o colirios para ocultar el ojo rojo.
Cuando ya está instalada una adicción, el consumo toma un lugar relevante en la vida del adolescente, que suele ir acompañado de un deterioro del rendimiento escolar, salidas más frecuentes no autorizadas, mayor irritabilidad, cambios en su entorno social y mayor conflicto en las relaciones dentro del núcleo familiar. Puede incluso hasta haber robo de dinero o artículos de la casa, con el objeto de comprar marihuana.
Si sospechas que tu hijo está consumiendo marihuana, lo primero es hablar con él o ella una vez que esté “sobrio” (para que sepas, existe la “embriaguez
cannábica”). Explora en forma seria y tranquila en qué está tu hijo, muestra tu preocupación e indícale que se está exponiendo a un riesgo que puede afectar su vida actual y futura. Solicita asesoría con el pediatra o pediatra especialista en adolescencia, quien podrá evaluar y definir qué tipo de intervención se requiere. Tras una evaluación completa, se podrá determinar si va a necesitar algún tipo de intervención, generalmente con más de un especialista y de mayor o menor intensidad según el compromiso del adolescente y la intensidad y severidad del consumo. Incluso, a veces el tratamiento requiere hospitalización.